martes, 2 de febrero de 2021

EL MUDO DEL AEROPUERTO DE CIUDAD BOLÍVAR

El mudo del aeropuerto acusaba una viveza diligente desde que amanecía hasta que aterrizaba el último de los aviones que cubrían las rutas de las minas diamantíferas. La tarea diaria impuesta por la necesidad de un ingreso diario para la subsistencia le había desarrollado una sensibilidad de radar para localizar a quienes viajaban a las minas. Cargarles el equipaje y orientarlos en dirección al piloto comercialmente ansioso por llenar el cupo de su avioneta. Casi siempre, una doble propina – la del piloto y la del viajero – era la recompensa para quien a la hora de expresarse no logra sino articular el silencio de sus señas. Solo era posible escuchar su voz onomatopéyica cuando por el teléfono requerían servicio combustible para alguna aeronave. La práctica necesidad y el deseo de simpatizar y hacer gracia con lo excepcional había inteligenciado de modo tal a los bomberos del combustible con el mudo que difícilmente le fallaban. El mudito, moreno y magro que apenas llegaba a los 20 años, se desempeñaba con igual éxito en otros menesteres de la aeronáutica exclusivamente referidos a la avioneta. Podía llegar hasta calentarle los motores y carretearla de un lado a otro si era preciso, solo que nunca más quiso volar en ella desde que a un DC-3, en el que viajaba como invitado, se le “embanderó” el motor derecho. El mudo, que venía atrás sentado muy tranquilo mirando por la ventanilla, se levantó alborotado de un salto hasta la cabina y, remedando con el brazo lo que estaba pasando, hacía una y más señas nerviosas al piloto, que en medio de la emergencia parecía disfrutar por anticipado lo que iba a ser un episodio de hilaridad más en el diario discurrir del aeropuerto bolivarense donde el mudo, a pesar de su incapacidad parecía ser el que mejor se comunicaba y entendía con la gente.(AF)

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