miércoles, 3 de febrero de 2021

LOS LACITOS DE SEDA SALVARON A LOS BOLIVARENSES DE LOS RAYOS CÓSMICOS

El día en que se agotó la seda todo el mundo andaba asustado ante el temor de que fuese cierto lo pronosticado por el doctor José Nancy Perfetti, según lo cual, sobre la ciudad se desataría una enorme tempestad seguida de aquel calor febril y acre que sofocaba al habitante. Lo inaceptable para muchos era que todo un científico como el doctor Perfetti recomendara para protegerse de los rayos, anudarse un trapito de seda en los dedos gordos de los pies y las manos además de uno en el cuello a manera de collar. Para los incrédulos era algo casi rayano en lo ridículo; sin embargo, muchos aceptaron porque aparte de resguardarse bien en una casa con pararrayos, no había al parecer otra alternativa. La advertencia indicaba que la seda debía ser la purita que teje el gusano devorador de la morera pues había de otra clase fabricada con filamentos de celulosa que en ambiente electrizado podría trabajar al revés; pero, por lo que se comentó luego, la gente atemorizada no reparó en el detalle y agotó el stock que de ambas clases tenían las tiendas. Miles de rayos cayeron sobre la Angostura del Orinoco y nunca antes, Dios y los Santos vinculados al rayo y la lluvia, como San Isidro Labrador, recibieron mayor número de plegarias. La empresa del alumbrado eléctrico, en prevención, cortó el fluido hasta tanto pasara la tempestad. La ciudad quedó bajo una oscuridad tan sólo interrumpida por el vivísimo resplandor de los fucilazos. Al día siguiente no se hablaba de otra cosa que del vaticinio Perfetti y los resultados milagrosos de la seda toda vez que nada se supo de persona alguna que hubiese sido fulminada por un rayo. Solo el Arzobispo Mata Cova se lamentaba de no haberle colocado un lacito de seda a la torre de la Catedral pues una centella había caído y dañado los relojes importados de Hamburgo el siglo pasado. (AF)

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