jueves, 23 de mayo de 2024

AMALFI GROSSI GATTI PERSEGUIDO POR EL ORO

Como el legendario Rey de Frigia que todo cuando tocaba se trastocaba en oro, a Amalfi Grossi Gatti le estaba ocurriendo algo parecido. —No sé qué me pasa dice él por más que le huyo, la riqueza dorada me persigue. El otrora constructor y armador de barcos, hasta ayer catalogado como el "Rey del Oro de las Claritas”, dejó sus ricas concesiones de Las Cristinas en manos de la CVG para dedicarse al ordeño, pero cosa insólita, ni en el campo con sus vacas pardo-suizas puede estar tranquilo, pues ahora resulta que el hato que compró tiene cochanos por montón. Amalfí Grossi, siempre armado de un bastón para compensar su cojera, compró al hacendado Pedro Soto el Hato "La Dominga”, jurisdicción del municipio Roscio porque no quería saber más de oro, pero arando la tierra sus tractores por correntias del Yuruary surgieron inesperadamente las pepitas al confundirse con las semillas. —Y qué piensa hacer? —Seguir explotando el oro será mi destino. Grossi, de origen italiano, vive rodeado de guardaespaldas y administradores de su fortuna. Fortuna que se le escapó de las manos cuando fue empresario de la industria de la construcción y luego astillero naval y que ahora ha recuperado gracias a Santa Clara y a Santa Cristina. —El oro -coméntame está convirtiendo en mi-llonario por tercera vez, pero veo que me está costando mi reputación. Desde que me dediqué a la explotación del oro se me ha venido encima toda clase de humillación implicada en los más extraños títulos: Ladrón, Rey del Oro, Magnate del Oro. Capo, mañoso y hasta secuestrador de avionetas me han llamado. Amalfi Grossi cuando lo entrevisté para el diario el Nacioal era un hombre que pasaba de los 50, de baja estatura y con unos cuantos kilos de más. Es un ser común y corriente que no aparenta las decenas de millones que se le atribuyen. Ni siquiera usa anillos o cadenas, ninguna clase de lujo o dije. —Como usted me ve, no llevo ninguna prenda o adorno porque estoy harto de la ostentación y he sufrido mucho con el oro. Me limito a producirlo, venderlo y guardarme la plata. Las Cristinas son varias concesiones auríferas bajo ese mismo nombre y ni siquiera estaban a nombre de Grossi, sino de una norteamericana que atendió muy bien a Rómulo Betancourt cuando estuvo en el exilio. Grossi era simplemente un arrendador de esas concesiones que según él lo hicieron millonario. Una vez vencidas pasaron a manos de la CVG por resolución del Ministerio de Minas. Grossi recuerda que el último mes le produjeron 40 mil kilogramos de oro por un valor superior a los 20 millones de bolívares. —Y para qué tanto oro? —Al verme con tanto dinero producido por el oro, se ha transformado mi manera de ser. Antes era muy inclinado a divertirme, viajar, gastar y darme la buena vida. Ahora más bien me ha penetrado un sentimiento a favor de la gente pobre porque aquí en las minas hay quien gana mucho, pero también hay quien muere de hambre. Yo me he convertido en un hombre de bien. —Cómo? —Simplemente haciendo el bien. He creado una escuela para 200 niños, un dispensario y regalo medicinas. —Nunca lo han asaltado? —No, porque tengo quien me cuide

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