sábado, 1 de junio de 2024

EL VIEJO MINERO RAFAEL BOGARIN NO ENTIENDE LA PINTURA DE SU HIJO, AUTOR DEL MUSEO VIAL

El padre del pintor Rafael Bogarín, creador del Museo Vial, es un minero octogenario que conocí en las antiguas zonas mineras del Caroní. Desde 1918 -tiempos del General Marcelino Torres García, se halla internado en las montañas de Gua-yana atraído por el brillo de la piedra preciosa y ocasionalmente viaja a Ciudad Bolívar en busca de provisiones. Rafael Bogarín es un hombre blanco, de contextura fuerte y hablar recio. Lleva el mismo nombre de su hijo el pintor radicado en Nueva York. Vive en las minas de San Salvador de Paúl, un poco en las afueras del propio caserío, a la vista del Auyantepuy que se alza imponente sobre la Gran Sabana, próximo a un Morichal que por ser la delicia de bañistas le pusieron el nombre de "Acapulco”, evocación de las famosas playas mexicanas. Aquí el veterano Bogarín trabaja con un grupo de mineros relavando las arenas que dejaron a su paso como desecho las máquinas chupadoras con las cuales se ha venido mecanizando la extracción del diamante. Los desechos son tan buenos como los del oro de Minerven en El Callao donde ahora se ha instalado una Planta foránea. Bogarín y sus socios le toca con sus surucas yuxtapuestas en constante movimiento piedras hasta de 70 puntos. El diamante más grande que se conoce hasta ahora en Guayana salió de un material desechado. En 1969 cuando estalló la "Bulla” de San Salvador de Paúl, el minero Rafael Bogarin no había logrado estabilizarse en ningún asiento minero. Si vida hasta entonces había sido un constante aventurar de un punto a otro de la selva. Recuerda que junto con Carlito Fernández, hermano de Doña Menca de Leoni, fue el primero en pesar en su balanza la preciosa piedra de 156 quilates del Negro Barrabás. Lo cobrado por Barrabás por aquella piedra a la cual bautizaron con el nombre de El Libertador, muy poco le duró. Comparativamente con aquellos tiempos, el valor del diamante es ahora muy superior y el minero tiene mejor conciencia del producto de su trabajo. Por esa circunstancia o cambio de mentalidad, Bogarin dice estar ahora mejor que antes. Con dinero de los placeres diamantíferos de San Salvador de Paúl, logró que sus cinco hijos sean hoy profesionales universitarios, entre ellos, su homólogo el pintor Rafael Bogarín, creador del Museo Vial entre Soledad y El Tigre, del que escasas obras quedan. Algunas fueron agredidas y otras se pueden ver formando parte del techo o la pared de algún rancho. Para Bogarin la vida del minero es muy dura, dura de verdad, pero en cuanto a él, no se queja. Al fin, la vida es como un juego. A veces se corre con suerte y otras veces la suerte se derrumba como barranco minero. Él, a partir de San Salvador de Paúl, ha tenido suerte con su trabajo y sus hijos también, especialmente el pintor Rafael Bogarin que ha logrado trascender con su obra en el merca- do de las artes visuales de Nueva York donde tiene instalado un buen taller. Pero el minero octogenario tiene un problema y es que nunca ha podido entender la pintura de su hijo: "Yo no la entiendo -dice-, pero la gente que sabe de arte dice que es buena y yo creo en la gente que sabe. La historia del minero como la de los pueblos que funda es una historia que se repite. Aglomeraciones humanas en viviendas improvisadas que nacen con mucha fuerza y luego decaen o fenecen. Así pasó con Paraitepui en las cercanías de Surucum, con la Faisca, Pampa y tal vez con San Salvador de Paúl, aunque el viejo Bogarín cree que a este pueblo le queda todavía mucha vida. Es más podría consolidarse su permanencia en «1 tiempo si con una buena orientación del Estado se planificara la explotación de la mina en combinación con la agricultura y la cría. La tierra es buena y el clima también y lo que es más importante, aquí todo el mundo se entiende y entiende como él, aunque difícilmente las cosas profundas del arte.

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