martes, 26 de enero de 2021

ORIGINALES DEL MENSAJE AL CONGRESO DE ANGOSTURA

El historiador Pedro Grases hizo posible que el señor Philip J. Hamilton Grierson, tataranieto en cuarta generación del coronel James Hamilton, donara a Venezuela el manuscrito original del Discurso de Angostura, pronunciado por Simón Bolívar, el 15 de febrero de 1819 ante el Congreso de la República reunido en la capital orinoquense. Los descendientes del coronel que tan decididamente cooperó en la lucha por nuestra independencia, hicieron posible el largo viaje de Londres hasta Ciudad Bolívar y aquí, en la antigua Casa de San Isidro, en ceremonia muy especial, los recibió el presidente Carlos Andrés Pérez. La joya histórica fue obsequiada el 12 de diciembre de 1975 y los guayaneses rebosaron de contento y agradecimiento porque la augusta Casa del Congreso de Angostura que había sido restaurada bajo el mandato del gobernador Domingo Alvarez Rodríguez, tendría su complemento más apreciado y podría exhibirlo en un cofre – fuerte tal como el Acta de la Independencia en el Salón Elíptico del Capitolio. Pero no ocurrió así. El mandatario nacional desconfió del sistema de seguridad local y dijo que menor estaría bajo su custodia ese manuscrito, que según nos informó en cierta ocasión el escritor Manuel Alfredo Rodríguez, el presidente mostraba con orgullo a todo personaje importante recibía en Miraflores. Cuando se preparaban los actos del bicentenario del natalicio del Padre de la Patria, se planteó a la junta organizadora la posibilidad de gestionar, como en efecto se hizo, la creación de una unidad de la Guardia del Libertador en la Casa del Congreso de Angostura, no sólo pensando en la prestancia y suntuosidad de las efemérides, sino en el posible retorno del preciado documento a la ciudad orinoquense, pues demás está decir que ningún lugar es tan natural y apropiado para su permanencia y exhibición que la histórica casa donde fue prohijado. Ahora que estamos próximos a un nuevo aniversario – el 203 – de la instalación del Congreso de Angostura, bien podría renovarse por parte de las autoridades o líderes de la ciudad, una reiterada gestión en tal sentido para ver si de una vez nos libramos del mote de indiferentes que suelen endilgarle a los citadinos ante la desaparición de sus reliquias. Porque de verdad que hemos perdido unas cuantas: los vitrales y las arañas de la Catedral, la estatua pedestre de Miranda, las campañas de Santo Tomás de la Guayana, el púlpito del Paraninfo del Colegio Federal de Varones. Sólo y gracias a Rafael Pineda hemos podido recuperar la prensa del Correo del Orinoco que se hallaba en el Museo Bolivariano y la pintura de Miranda hecha por Arturo Michelena donado a Pérez Jiménez, quien a su vez la había obsequiado al Club Militar de Caracas. Afortunadamente y no obstante estar casi siempre a la vista pública, conservamos el Cristo donde oró el general Manuel Piar poco antes de ser pasado por las armas en la Plaza Angostura. Por cierto que en estos días visitamos la Casa Piar y vimos el Cristo exhibido en una burda caja de cristal, y me asombré porque ha perdido su color original. Este crucifijo de plata fue elaborado por un orfebre margariteño que prestaba servicio como soldado en los Castillos de Guayana. En el cuarto que sirvió a Piar de capilla ardiente, Zapata pintó un mural que nunca hemos visto bien como tampoco el tríptico que el doctor David Morales Bello donó al Estado y el cual se exhibe en el salón de los próceres del Congreso de Angostura. Aunque ambas pinturas son alegorías alusivas, visiblemente interrumpen, con su estilo modernista, la augusta atmósfera del pasado histórico que los bolivarenses desean conservar.(AF)

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