martes, 7 de abril de 2015

Carmona no se arrepiente

No es posible dar marcha atrás a las manecillas del reloj. Dice una célebre frase: “Hay tres cosas que no tienen reversa: la flecha lanzada, la palabra dicha y la oportunidad perdida”. No busqué un papel protagónico el 11 A, como no fuera el de representar a la sociedad civil en medio de una grave crisis política. Pero tampoco me arrepiento de haber intentado salvar a Venezuela de la destrucción moral, institucional y de valores a la cual ha estado sometida. Los acontecimientos de abril de 2002 se derivaron del empecinamiento de Chávez de imponer Decretos Leyes en forma inconsulta en temas vitales para la nación, de optar por la vía de la confrontación y no del diálogo como me cansé de planteárselo, del empeño en desconocer contratos colectivos de los trabajadores, y del deseo vital de convertir a PDVSA en una dependencia política y en caja chica del gobierno, cuyos resultados estamos sufriendo. Y finalmente, de la represión a la manifestación pacífica ocurrida ese día, con el saldo de varias decenas de muertos o heridos, lo cual condujo al desconocimiento militar a las órdenes de Chávez de invocar el llamado Plan Ávila. El 11 A fue así una suerte de tsunami político impredecible, y cuyo curso tampoco pudo preverse, proviniendo, como dije, de una honda crisis política.

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